CONSEJOS DE ANTÓN CHÉJOV

Oscar Salcito

septiembre 17, 2023

SIN TRAMA Y SIN FINAL

1) Dios mío: no permitas que juzgue o hable de lo que no conozco o no comprendo.

2) Toma algo de la vida cotidiana sin preocuparte por la trama y sin final.

3) No se trata de lo que he visto sino de cómo lo he visto.

4) Escribe una crónica durante un año entero; luego acórtala durante medio año y después publícala. Tú limas poco y un escritor, más que escribir, debe aprender a bordar sobre el papel; el trabajo debe ser minucioso y elaborado.

5) No inventes sufrimientos que no has experimentado; no describas paisajes que no has visto; la mentira, en la escritura, resulta más molesta que en una conversación.

6) Nunca se debe mentir. El arte tiene esa grandeza particular: no tolera la mentira. Se puede mentir en el amor, en la política, en la medicina; se puede engañar a la gente, incluso a Dios; pero en el arte no se puede mentir.

7) Evitar descripciones rutinarias de los objetos: “Los estantes de la pared estaban llenos de libros”, etc.

8) Las descripciones de la naturaleza deben ser breves y cumplir una función. Deben dejarse de lado lugares comunes del tipo: “El sol poniente, sumergiéndose en las olas ya oscuras del mar, inundaba de un  oro purpúreo, etc.”. O “las golondrinas, volando sobre la superficie del agua, piaban alegremente”.

9) Evitar el antropomorfismo: el mar respira, susurra, está desconsolado, etc; esas asimilaciones hacen las descripciones bastante monótonas, a veces empalagosas y otras oscuras; en las descripciones de la naturaleza el color y la expresión se alcanzan solo con sencillez, con frases simples del tipo “oscurece”, “llueve” y otras por el estilo.

10) Lo mejor es no describir el estado de ánimo de los protagonistas de un relato; hay que tratar que dicho estado se desprenda de las acciones de los protagonistas.

11) Conviene no abundar con los detalles. Resulta más efectivo sacrificarlos al conjunto. Los detalles, por muy interesantes que sean, fatigan la atención del lector.

 12) La abundancia de personajes en escena suele ser errónea. El centro de gravedad deberían ser solo dos: él y ella…

13) Puede llorar con un relato, puede sufrir con sus personajes, pero debe hacerlo de tal modo que el lector no lo perciba. Cuanto mayor sea su objetividad más fuerte será la impresión que produzca.

 (recordar acá el efecto de realidad en Barthes)

14) Cuanto más sentimental sea la situación abordada, más fría debería ser la escritura. No conviene azucarar.

15) Nunca escribí directamente del natural. Sólo sé escribir basándome en recuerdos. Necesito que mi memoria decante el motivo y que en ella, como en un filtro, solo quede lo que es importante y característico.

16) Recuerda que las declaraciones de amor, la infidelidad de maridos y esposas, las lágrimas de la viuda y los huérfanos, cualquier tipo de lágrimas, vienen siendo descritas hace mucho tiempo. El tratamiento del tema debe ser nuevo; podemos incluso prescindir de la trama.

17) No seamos charlatanes y admitamos con franqueza que en este mundo no se entiende nada. Sólo los imbéciles y los ignorantes creen comprenderlo todo.

18) Me reprocha usted mi inmoralidad, mi falta de objetividad…Quizás querría que yo, al describir ladrones de caballos en un cuento, dijera que “robar caballos está mal”.

Pero eso ya se sabe desde hace tiempo sin necesidad de que yo lo diga. Que se ocupen los jueces de eso. Admito que sería agradable conciliar arte y predicación; pero en mi caso es imposible por motivos técnicos.

19) Es un buen hombre, no exento de ingenio, pero literalmente inculto. Tiene una pasión por los lugares comunes, por las palabras y descripciones altisonantes y cree que esos ornamentos son indispensables a la hora de escribir. Se parece por momentos a esos creyentes que no se atreven  a rezar a Dios en ruso y lo hacen en eslavo eclesiástico, aún sabiendo que el ruso está más cerca de la verdad y el corazón.

20) No temas escribir tonterías.

21) No es la escritura en sí misma lo que me da náuseas sino el entorno literario, del que no es posible escapar, y que te acompaña a todas partes, como la atmósfera a la tierra.

22) Se me reprocha que sólo escriba sobre acontecimientos mediocres y que no presente héroes positivos en mis relatos. ¿De qué clase de héroes quieren que hable? Me limito a decir a los lectores: ¡miren que aburrida y tonta es la vida que llevan! Si los lectores entienden seguramente se inventarán una vida diferente y mejor.

23) Al corregir suprima adjetivos y adverbios que sobren. Pone usted muchos adjetivos y eso cansa. Cuando escribo “el hombre se sentó en la hierba” resulta comprensible: es claro y no fatiga.
Por contrario resulta pesado para la cabeza si escribo: “Un hombre alto, de pecho hundido, estatura mediana y barba pelirroja, se sentó sobre la hierba ya pisada por los paseantes; se sentó sin hacer ruido, tímidamente, mirando con temor a su alrededor”. Este pasaje tarda en entrar en la cabeza y la literatura debe entrar de golpe, en un instante”.

24) Algunas noticias biográficas resultan inútiles. Si escribo “en 1839” eso no le dirá nada a un francés. Tal vez quedaría mejor así: “A la edad de veinte años Dostoievsky” tal y tal cosa. 

Para mí esas informaciones son más importantes que las fechas. El público no retiene a estas últimas. Finalmente se convierten en letra muerta.

25) ¡Déjese de paréntesis y comillas! Las comillas las emplean dos tipos de autores: los tímidos y los poco ingeniosos. Algunos ponen una palabra entre comillas como diciendo: “¡Fíjate lector qué palabra tan atrevida, original y nueva acabo de inventar!”

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