Fue el día después del anuncio.
Las personas corrian de un lado a otro. Llevaban armas en la mano, otros aferraban objetos contundentes, pesados, filosos, lo que pudieran agarrar a su alcance.
No importaba nada. Se podía matar por nada. Solo por el hecho de matar. Así lo especificaba la ley, la nueva Ley, que era lo más parecida a una ley de la selva, con la diferencia que no había árboles, ni lianas, solo casas, unas al lado de las otras, y barro, y gente amontonada.
La vecina invitó al cartero a tomar el té . Él se sorprendió que Doña Raquel lo hiciera pasar a su living, la vieja desconfiaba de su propia sombra, pero él abrió la puertita de madera y caminó por las baldosas del senderito que conducía al porche. No pudo decir ni permiso, que el filo de un hacha le rajó la frente. La sangre se esparció cómo salpicadura de tomates que mancharon los quinotos aún sin florecer y el rosal.
En la otra cuadra, en el almacén de Don Braulio, entraban y salían personas con cajas de mercadería, no dejaban de entrar y salir, en cámara rápida al igual que una película de Chaplin, Don Braulio nadaba en su propia sangre, en un charco que se iba expandiendo por el piso detrás del mostrador, tras la caja registradora, y una mujer le arrebató a un pendejo que llevaba una caja de fernet Branca, fernet del bueno, con tanta mala suerte que la caja se cayó al suelo haciendo añicos el contenido.
El pendejo sacó una navaja y se la clavó en el abdomen a la mujer que rajó un grito desgarrador, pendejo hijo de puta, gritó, y el pendejo le volvió a clavar el filo, pero esta vez en el cuello mientras ella se iba desplomando en el suelo, pasando a mejor vida cómo el almacenero.
Raúl invitó a su casa al cuñado, ese que dicen le pegaba a su hermana, estaba entrando por el jardín del chalet y sin mediar palabras, Raúl desde el porche le gatilló la escopeta del 12 destrozándole la cara, así nomás, y le hizo acordar a la novela de Capote , A sangre fria, y que va , todo lo permite la ley , el decreto lo permite, dijeron, y la cana dejó zonas liberadas, muchas zonas liberadas para que se mataran los unos a los otros, y el odio se acorraló en los corazones , en las entrañas .
Judas Macabeo en Palestina, año 160 antes de Cristo , casas saqueadas , violaciones, degüellos, gritos de niños sin madres , imponiendo la ley del templo, pisando cabezas que se esparcen por la tierra arrebolada.
El mecánico le partió con una llave de bujías la cabeza a su aprendiz, se había quedado con unos tornillos en el bolsillo, dijo , y el cabezón de la cuadra siguiente le gatilló a su esposa y mató a su bebé, mientras desde el balcón rosado la fiesta seguía al ritmo del klesmer, las copas de champan dejaban caer gotitas en las alfombras rojas. Rojas, púrpuras, de sangre .
Oscar Salcito
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